Capítulo 1: La idea


¿Por qué viajamos? ¡Pues, esta vez tuve dos razones para viajar: practicar el español en un ambiente inmersivo y viajar a España otra vez!
Pero, necesitaba encontrar una manera más barata porque no solo es caro viajar internacionalmente, es más caro ahora que antes de la pandemia. También, esta vez, mis padres no iba a pagar mi viaje como cuando estaba en el colegio (ay, ¡echo de menos esos días!).
Además, necesitaba encontrar una manera de viajar con la que mis padres estuvieran de acuerdo porque a mis padres no les gusta que yo viaje sola a España, especialmente después de los accidentes con chinas muriendo por causa de hombres raros.


¿Cuál fue la solución maravillosa? ¡WWOOFing!


Quizás estás pensando, ¿qué es WWOOFing? No es como un ladrido de un perro. WWOOFing significa Worldwide Opportunities on Organic Farms (Oportunidades Mundiales en Fincas Orgánicas). En realidad, es un intercambio entre voluntarios y una finca orgánica donde los voluntarios viven con la familia y trabajan en la finca.
En ese tiempo, los voluntarios hablan mucho con la familia (y con los otros voluntarios, si es que hay) para aprender más sobre la cultura de cada uno, estilo de vida, etc. Una amiga mía universitaria llamada Claire tenía ganas de hacer un programa de WWOOFing conmigo en España.
Nos conocimos en una clase de español en Northwestern durante el invierno y nosotras ambas nos encanta aprender el español y teníamos ganas de volver a España (ella estudió en Granada el año pasado por cuatro meses). Después de muchas reuniones y llamadas entre nosotras y la familia anfitriona en España, ¡nos encontrábamos ambas en vía a Madrid! .


Como suelo suceder, durante este viaje alcancé mucho más que mis dos metas.

Capítulo 2: Nuestra vida en Cabezas Altas
Claire y yo estábamos en una finca en la pequeña aldea de la montaña Cabeza Alta, ubicada en la capa más alta de la montaña. Estaba arriba del pequeño pueblo del Barco de Ávila, cuyo está ubicado en la provincia de Ávila. El Barco de Ávila es un pueblo poco conocido, pero todavía muy acogedor y está a dos horas en autobús desde Madrid.


La familia con la que nos quedamos se mudó a Cabezas Altas hace unos años. Ester (la madre) y Abel (el padre) con Janna (5 años) y Caral (2 años) salieron de Madrid durante la pandemia porque no querían estar cerrados en la ciudad. Ester nació y se crio en Cabezas Altas con sus padres cuando era niña, y su padre tenía tierra familiar, así que ellos pudieron mudarse allí.
Pero, solo había tierra vacía y nada más. Entonces, ellos tuvieron que construir su propia casa. Afortunadamente, Abel trabajaba en construcción y sabía cómo construir una casa con electricidad, agua y otras necesidades. Cuando ellos llegaron, solo tenían una caravana. Pero ahora tienen una cabaña con una cocina, un comedor, baño y una sala.
La cabaña está conectada con la caravana que usan como un dormitorio para toda la familia. Aunque ellos viven muy sencillamente y necesitan desenchufar la nevera para ahorrar electricidad para el lavaplatos, ellos viven bastante cómodos. Siempre hay yogur y queso para los peques (los niños) que comen muchísimo, y siempre hay un lugar para descansar en una sombra por la tarde cuando hace demasiado calor.
Chapter 1: The idea


Why do we travel? Well, this time I had two reasons: practicing Spanish in an immersive environment and traveling in Spain again!
However, I needed to find a cheaper way because traveling internationally is more expensive than before the pandemic, and my parents would not have paid for my trip like when I was in school (oh, I miss those days).
I also needed to find a way to travel that my parents could agree upon because they wouldn't have liked a girl traveling alone in Spain, especially after the incidents with Chinese girls dying at the hands of strange men.



What was the wonderful solution? WWOOFing!

You may be thinking, what is WWOOFing? It's not dog barking. WWOOFing stands for Worldwide Opportunities on Organic Farms. It is an exchange between volunteers and an organic farm that offers a place to live with a family and work on a farm.
During that time, volunteers talk a lot with the family and other volunteers (if there are any) to learn more about each other's culture, lifestyle, etc. Claire, a friend of mine from Northwestern, wanted to go WWOOFing with me in Spain.
We met in Spanish class during winter quarter and both love learning Spanish. We also really wanted to visit Spain again (she studied abroad in Granada last year for four months). After many meetings and calls between each other and our WWOOF family in Spain, we found ourselves on our way to Madrid!




And like what usually happens when you travel, during this trip, I achieved so much more than my two goals.

Chapter 2: Our life in Cabezas Altas


Claire and I were on a farm in the small village of Cabeza Alta, which is located in the highest layer of the mountain above the small town of Barco de Ávila in the province of Ávila. El Barco de Ávila is a lesser known town, but still very cute, and is two hours by bus from Madrid.



The family we stayed with moved to Cabezas Altas a few years ago. Ester (the mother) and Abel (the father) with Janna (5 years old) and Caral (2 years old) left Madrid during the pandemic because they did not want to be confined in the city. Ester was born and raised in Cabezas Altas with her parents when she was a child and her father had land, so they could move here.
However, there was only land and nothing else, so they had to build their own house. Fortunately, Abel worked in construction and knew how to build a house with electricity, running water and everything. When they first arrived, they only had one caravan. Now, they have a cabin with a kitchen, dining room, bathroom and living room.
All of this is connected with the caravan that the family uses as a bedroom. Although they live very simply and need to unplug the refrigerator to use the dishwasher, they live quite comfortably. There is always yogurt and cheese for the little kids, and there is always a place to rest in the shade in the afternoon when it is very hot.

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Foto con toda la familia en su casa durante nuestro último día.
Photo with the whole family at home during our last day.
(Hannah Zhou / North by Northwestern)

Claire y yo dormimos en otra cabaña que está más encima de la colina donde la familia vive. La cabaña no tenía mucho espacio; era quizás solo seis pies de ancho y diez pies de largo. Había una cama para dos y un espacio para poner nuestras gigantes maletas. Esta cabaña no fue construida con madera, sino con piedra. Así que es como un horno y cuando hace fresco por la noche, todavía hace calor.
Y por la mañana, nos despertamos no solo al sonido de las gallinas, sino también el canturreo de abejas y otros bichos. ¡Los bichos! No podíamos escaparnos de los bichos, del cual había muchos tipos que saltaban y zumbaban. Tenía que acostumbrarme a este estilo de vida.

We slept in another cabin that is further up the hill from the family. The cabin didn't have much space, maybe only six feet wide and ten feet long. There was a bed for two and a space to put our giant suitcases that we brought. This cabin was not built with wood, instead it was built with stone. So it was like an oven, that baked during the day and remain sweltering hot even when it was cool.
In the morning, we woke up to the sound of chickens, the chirping of bees and other critters. The bugs! We couldn't escape the bugs, and there were many types of bugs jumping and buzzing. This was a part of my new lifestyle that I really had to get used to.

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Nuestra cabaña.
Our cabin.
(Hannah Zhou / North by Northwestern)

Había dos cosas que se dieron por sentado: agua y electricidad (e inodoros normales, una estufa automática, aire acondicionado, pero los primeros fueron los más importantes).


Aunque la casa de la familia tenía electricidad de paneles solares, nuestra cabaña no la tenía. Durante las noches, necesitamos usar luces delanteras para encender el camino de la casa a nuestra cabaña y prepararnos para dormir. Traje una luz en mi frente para poder cepillarme los dientes y lavar mi cara.
A veces, cuando la luna estaba brillante, no necesitaba utilizar mi luz. Solo me cepillé los dientes debajo de la luna y las estrellas. Ávila es muy seco y muy caliente durante el día. Esto causa que nunca haya nubes en el cielo. Durante la noche, podía ver un cielo lleno de estrellas brillantes. ¡Una vez, vi estrellas fugaces en la noche! Fue la primera vez en mi vida que las vi.
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Nuestra cama con nuestros sacos debajo de la luz roja de la lámpara de cabeza.
Our bed with our sacks under the red light of the headlamp.
(Hannah Zhou / North by Northwestern)

La falta de electricidad no me molestó mucho. ¡Pero, el calor! No teníamos ninguna manera de enfriar la cabaña. Cuando me mudé, mi cuerpo estuvo casi desnudo (solo con bragas y un sujetador), y en mi cama todavía sudaba. Creo que estábamos en una ola de calor porque cuando la ola pasó de repente, había un cambio de estación.
Una noche, estaba sudando en mi cama y a la pasada llevaba pantalones y un suéter sobre mi camiseta, con mi saco totalmente cubriendo mi cuerpo, ¡y todavía me desperté porque tenía frío! Sin embargo, estaba muy agradecido por el cambio de temperatura. Prefiero que haga frío porque puedo ponerme más ropa, pero cuando hace calor, solo puedo soltar ropa hasta llegar a mi piel.

En el caso del agua, nuestra agua venía de un pozo que estaba debajo de nuestra cama. La familia tenía un depósito que podía sostener quinientos litros de agua. Cuando el tanque estaba vació, Abel encendió el pozo para rellenar el tanque.
Después, el agua usada se usaba para el jardín pequeño que tenían en su tierra. Toda el agua del grifo, del baño y de la ducha fue colocada en un sistema de reciclaje. Se llama ‘reciclado de agua gris.’
Para evitar poner demasiados químicos en el jardín, solo podíamos usar jabón natural para lavar platos, ducharnos, lavarnos las manos, etc.
Capítulo 3: Los peques (los niños)

Caral estaba comiendo un helado muy profesionalmente.
Caral was eating ice cream very professionally.
(Hannah Zhou / North by Northwestern)

Cuando llegamos a la estación de autobús del Barco de Ávila, toda la familia había bajado para recogernos en una furgoneta viejísima (necesitaban usar un destornillador para encender y apagar el motor). Y como es común en la salutación española, le di un beso en ambas caraduras a Ester y Abel.


Cuando la familia abrió la puerta rota de la furgoneta, descubrimos dos niños cariñosos. Caral estaba a mi lado y, a primera vista, pensaba que era una niña porque llevaba la ropa vieja de su hermana y tenía el pelo en trenzas. Pero cuando él corrió por la casa desnuda, sabía que él fue un niño.
Allí, en la furgoneta, Caral empezó su propensión a robar mis cosas (había veces incontables donde tuve que perseguir a Caral para recoger mi botella de agua). Janna (su apodo fue Ila porque nació en una isla) estaba callada, pero estuvo emocionada para mostrarme de sus cosas, por ejemplo una flor, y eso rompió su timidez.


Janna era muy creativa. Cuando yo jugaba con ella, ella tenía muchos diferentes juegos imaginarios para nosotros. Aunque estaba en la edad donde los niños juegan muchos juegos imaginarios, jugando con ella me acuerdo de mi niñez.
Justo cumplí 20 años, y me he dado cuenta de que he olvidado cómo disfrutar placeres simples como saltar en un trampolín o tirarme por un tobogán.


Aunque los peques eran muy monos, también me recuerdo del drama y el llanto constante de los niños. Todos los días ellos cambiaban entre sonrisas y gotas de lágrimas.
Janna y Caral a menudo estaban peleando por los mismos juegos, por querer galletas que el otro o querer más leche. En esos días, Claire dijo que esta experiencia fue la primera vez que dudó a tener sus propios hijos en el futuro.

Capítulo 4: Trabajando en una “finca”

La finca no fue una verdadera finca, como uno pensaría. No había muchas frutas o vegetales en la “jardínita.” Así que, nuestro trabajo fue menos parecido a trabajo agricultura. En lugar de eso, fue más de construcción.
Los padres iban a construir una doma para crear más espacio para visitas y los peques. Por los primeros días, Claire y yo pintamos bórax sobre tablones de madera para evitar que los bichos se la comieran.
Este trabajo fue muy tranquilo y podíamos disfrutar los sonidos naturales, escuchar música y platicar con Ester y Abel. Después de muchas horas pintando, inventé un sistema para poner la madera entre los árboles para proteger mi espalda y evitar agachándome.


Pero cuando terminamos con este trabajo, hicimos una labor muy difícil. Necesitábamos echar tierra con una pala desde arriba de una colina, ponerla dentro de la furgoneta, bajar la colina y echar la tierra a otra colina.
Esta tierra era para desarrollar el jardín. Había un montón de polvo que nos causó llevar mascarillas, pero además tenía un dolor en mi muñeca y me dolía mucho después del trabajo.
Entonces hablamos con Ester y Abel para ver si podíamos cambiar nuestras tareas. Afortunadamente, ellos estaban de acuerdo y desde ese día, mi trabajo fue cuidar a los peques y hacer mermelada con ciruelas.

Ellos tenían un árbol que cultivaba frutas cada otro año. Tenían demasiadas ciruelas porque todas las frutas maduraron en más o menos el mismo tiempo, entonces yo hice más de 20 botellas de mermelada. El primer paso fue quitarles el hueso.
Cuando todos los huesos estaban fuera, ponía toda la carne en una licuadora que podía moler y hervir la fruta. Añadí diez cucharillas de azúcar, un poco de zumo de limón para asegurar que la mermelada no se descomponga, una cucharilla de miel y un poco de canela para que huela bien.
Después de 21 minutos moliendo e hirviendo, la mermelada estaba lista para poner en las botellas. Después de ponerla en botellas, necesitábamos colocar las botellas al revés para atrapar el aire. Esto aseguraba que la mermelada no se iba a descomponer fuera de la nevera.
Aunque el sabor no fue tan rico como una mermelada del supermercado (porque faltaban las aditivas), todavía me sentí muy orgullosa de mi trabajo. Pude llevarme una botella para compartirla con mis padres.
There were two things I took for granted: water and electricity (and normal toilets, an automatic stove, air conditioning, but the first was the most important).



Although the lodging that the family lived in had electricity from solar panels, our cabin did not. After sunset, we needed to use headlights to light the way back to our cabin and get ready for bed. I had to wear a headlamp, so I could brush my teeth, wash my face and everything.
Sometimes, when the moon was bright, I didn't need to use my light. I just brushed my teeth under the moon and stars. Ávila is very dry and very hot during the day, so there were never clouds in the sky. At night, the sky was full of bright stars. Once, I saw shooting stars! It was the first time I saw them in my life.
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Nuestro inodoro sin el balde debajo.
Our toilet without the bucket underneath.
(Hannah Zhou / North by Northwestern)

The lack of electricity didn't bother me much. But the heat! We had no way to cool the cabin. When I moved my almost naked body (only panties and a bra) onto my bed, I was going to sweat. I think we were in a heat wave because the heat suddenly passed, and there was a change in season.
One night I would be sweating in my bed, and another night I would wear pants and a sweater over my t-shirt with my jacket totally covering my body and I still woke up because I was cold! However, I was very grateful that it wasn't hot. I prefer it when it's cold because I can add more layers, but when it's hot I can only strip until my skin.



The water that we used came from an aquifer under our bed. The family had a tank that could hold five hundred liters of water. When the tank was empty, Abel turned on the aquifer to refill the tank.
After the water went down the drain, it was then used for the small garden in their front yard. All the water from the tap, bathroom and shower was rescued in a recycling system called gray water recycling.
To avoid putting chemicals in the garden, we could only use natural soap for washing dishes, showering, washing hands, etc.

Chapter 3: The little ones (the children)

Janna tenía su pollito encima de su cabeza.
Janna had her chick on top of her head.
(Hannah Zhou / North by Northwestern)

When we arrived at the Barco de Ávila bus station, the whole family got out to pick us up in a very old van (they needed to use a screwdriver to turn the engine on and off). And with the common greeting: a kiss on both cheeks for Ester and Abel.

When they opened the broken door of the van, we saw two loving children. Caral was next to me and I thought she was a girl because he was wearing her sister's old clothes and had his hair in braids.
There in the van, Caral began his penchant for stealing my things (there were countless times where I had to chase Caral down for my water bottle). Janna (her nickname was Ila because she was born on an island) was quiet, but her excitement to tell me about her things and show me her flower broke through her shyness.


Janna had a very creative mind. When I played with her she had many different imaginary games for us. Although I was at the age where children play a lot of imaginary games, playing with her reminded me of my childhood.
I just turned 20, and forgot to enjoy simple pleasures like jumping on a trampoline or lying down on a slide.

Although the little ones were very cute, she also reminded me of the drama and everyday pity of children. Every day they were switching between smiles and drops of tears.
Janna and Caral would fight over the same games, or the other had more cookies or one wanted more milk. In those days, Claire said this was the first time she hesitated on having her own children!


Chapter 4: Working on a “farm”


The farm was not what you think of as a farm. They didn't have many fruits or vegetables in their little garden. Our work was less like agricultural work and more like construction.
They were going to build a dome to create more space for visitors or the little ones. Our job for the first few days was to paint borax on wooden planks to prevent bugs from eating the wood.
It was a very quiet job, and we could enjoy natural sounds, listen to music or talk with Ester and Abel. We had a pair of gloves to protect our hands and shared a pot of borax. After many hours of painting the wood, I invented a system of putting the wood between the trees to protect my back and avoid bending over.

Then came the very difficult work. We needed to shovel dirt from the top of the hill, put it inside the van, go down the hill and shovel the dirt into another mass.
This land was to develop his garden. There was a lot of dust, so we wore masks. I also had a soreness in my wrist, and it hurt a lot after work.
We talked to Ester and Abel to see if we could change our tasks. Fortunately, they agreed,and from that day on my job was to take care of the little ones and make jam with plums.



They had a plum tree and it grew fruit every other year. All fruits will ripen at about the same time, and I made over 20 bottles of jam. The first step was to remove the pit.
When all the pits are removed, I put all the fruit meat in a blender that could grind and boil it. I added ten teaspoons of sugar, a little lemon juice to ensure that the jam did not break down, a teaspoon of honey and a little cinnamon to make it smell good.
After 21 minutes of grinding and boiling, the jam was ready to put into the bottles. Then the bottles are put upside down to trap the air. This ensured that the jam would not spoil outside the refrigerator.
Although the flavor was not as delicious as a supermarket jam (because it lacks additives), I still felt very proud of my work. I could bring a bottle to share with my parents.

Caral estaba cogiendo ciruelas para dármelas a poner en un balde.
Caral was picking plums to give me to put in a bucket.
Hannah Zhou / North by Northwestern)

Credits

Writing Hannah Zhou

Editing Astry Rodriguez, Olivia Abeyta

Web Design & Development Annabelle Sole